Quizás debimos destruir todo de una, romper todo tipo de lazos y hundir los
recuerdos en sueños que nos dolerán en la almohada. Despertaremos entonces con lágrimas
en las mejillas, con amargura en la boca y con desconcierto en los ojos.
Pensaremos que nada de esto fue real, que lo que vivimos fue puro sueño, pero
miraremos el reloj, marcará la misma hora de siempre, y entenderemos que fue una
resaca pasional, un beso de recuerdos y un golpe en el inconsciente. Nos
daremos cuenta entonces que jamás podremos librarnos del otro, sólo lo
dejaremos durmiendo.
Santiago Abregú