Perdimos la cordura
Caminamos horas en la sombra de la razón
Divagamos como pocos al hablar de amor
La lujuria nos tapo una y otra vez
Y los pinos daban vueltas por tu cabeza
La realidad se volvía amorfa
El sillón de la tranquilidad era incomodo
Los pasillos que en el cielo veíamos
Nos ocultaban el blindaje
Paris ya estaba más lejos que antes
Perdimos el cuerpo y el alma en un instante
Nos besamos para creerlo
Y bajo esa palmera nos hicimos eternos
Faltamos una y otra vez a la conversación
El dolor desaparecía de a poco
Y la perfección de la edad
Hace que todo vuelva a temblar
Nacimos una y otra vez
Antes de vernos lo volvimos a hacer
Crecimos en cada instante
Y fingimos cada quebradura
Perdimos la cordura
Un instante antes de caer
Que en verdad te amaba
Y que siempre lo haré.
SANTIAGO ABREGÚ
Autor y compositor
viernes, octubre 26, 2007
martes, octubre 23, 2007
Cada día más fríos.
Hace mucho que noto en la gente que perdió algo escencial para la vida. Eso que nos lleva a conseguir una sonrisa o una lágrima, o un beso o un desprecio. Las personas estan perdiendo cada vez más esa capacidad de asombro.
Estar sentado en un banco de una plaza y ver en el cielo una nube que se parece a algo es asombrarse, mirar a lo lejos el color rosa que forma a veces el ocaso y quedarse maravillado por horas viendolo hsta que se acaba es asombrarse. Pero, ¿porque ya no existe eso?
La televisión hoy nos muestra continuamente cosas que antes nos asombraban, a veces nos pasan un documental entero que habla sobre el color de la luna cuando se forma un eclipse, y de tanto mostrarlo cuando vemos uno ya no nos soprendemos. Cuando caminamos por la calle y vemos a un nene pidiendo pedazo de pan ya no nos sorprende, porque el mundo nos acostumbró a ver todo el tiempo cosas así.
Estamos tan fríos a veces que no sabemos bien si la nueva era de hielo va a ser real o estamos hablando de un enfriamiento de cuerpo y alma. Ya no nos genera nada ver que asesinan a alguien, es cosa de todos los días. Ya no nos sorprende una canción, son todas iguales. Ya no sorprende un beso de alguien que no esperamos, porque hoy te lo imaginas que va a venir, y no termina sorprendiendote.
Gente sorprendanse, que el asombro siga siendo parte de su vida. Que al ver una historieta que les gusta se queden mirandola asombrados. Si escuchan algo diferente en sus oídos vuelvan a escucharlo otra vez, así vuelve a asombrarlos. Si no encuentran cosas, fabriquenlas, busquen ustedes que cosas los asombran. Yo, por mi parte, intentare de fabricar cosas que me asombren y asombrar a los demas. Porque el asombro es algo tan espontaneo que pormás que sea triste a uno lo golpea bien adentro.
Santiago Abregú
Estar sentado en un banco de una plaza y ver en el cielo una nube que se parece a algo es asombrarse, mirar a lo lejos el color rosa que forma a veces el ocaso y quedarse maravillado por horas viendolo hsta que se acaba es asombrarse. Pero, ¿porque ya no existe eso?
La televisión hoy nos muestra continuamente cosas que antes nos asombraban, a veces nos pasan un documental entero que habla sobre el color de la luna cuando se forma un eclipse, y de tanto mostrarlo cuando vemos uno ya no nos soprendemos. Cuando caminamos por la calle y vemos a un nene pidiendo pedazo de pan ya no nos sorprende, porque el mundo nos acostumbró a ver todo el tiempo cosas así.
Estamos tan fríos a veces que no sabemos bien si la nueva era de hielo va a ser real o estamos hablando de un enfriamiento de cuerpo y alma. Ya no nos genera nada ver que asesinan a alguien, es cosa de todos los días. Ya no nos sorprende una canción, son todas iguales. Ya no sorprende un beso de alguien que no esperamos, porque hoy te lo imaginas que va a venir, y no termina sorprendiendote.
Gente sorprendanse, que el asombro siga siendo parte de su vida. Que al ver una historieta que les gusta se queden mirandola asombrados. Si escuchan algo diferente en sus oídos vuelvan a escucharlo otra vez, así vuelve a asombrarlos. Si no encuentran cosas, fabriquenlas, busquen ustedes que cosas los asombran. Yo, por mi parte, intentare de fabricar cosas que me asombren y asombrar a los demas. Porque el asombro es algo tan espontaneo que pormás que sea triste a uno lo golpea bien adentro.
Santiago Abregú
martes, octubre 09, 2007
Su mejor cara
Pense bastante antes de publicar esto. Lo escribí para la facultad en un trabajo que hice. Me pareció que muestra un poco de mi vida y de uno de mis grandes dolores.
SU MEJOR CARA
Llegue a la esquina y ahí lo vi. Asomándose a lo lejos lo poco que quedaba de él. Su estructura imponente ya no existía, solo su cara se veía. El ruido de las máquinas destructivas se escuchaba desde adentro. Me bastó espiar por el agujero de la cerradura para darme cuenta de la verdad.
Mi colegio, mi vida, mi historia se había derrumbado. Se convertiría en otra cosa. En un enorme edificio de 30 pisos.
Solo un segundo me tomó darme vuelta, cruzar la calle y pararme frente a lo que de él quedaba. Mis lágrimas empezaron a caer suavemente hasta que no aguanté y estallé. Ni los brazos más fuertes que me entrelazaban lograban calmarme. Ni los curiosos que veían a un chico de 16 años llorando lograban distraerme de mi tristeza.
Ahí estaba, solo yo, rodeado por miles de personas. Las preguntas eran tan solo truenos en medio de la tormenta. Decidí levantarme, secar mi mente, aclarar mi mirada y solo como me sentía comencé a caminar hasta volver a la esquina. Gire mí cabeza y lo vi por última vez. Totalmente desecho y destrozado, mostrándome su mejor cara.
Santiago Abregú
SU MEJOR CARA
Llegue a la esquina y ahí lo vi. Asomándose a lo lejos lo poco que quedaba de él. Su estructura imponente ya no existía, solo su cara se veía. El ruido de las máquinas destructivas se escuchaba desde adentro. Me bastó espiar por el agujero de la cerradura para darme cuenta de la verdad.
Mi colegio, mi vida, mi historia se había derrumbado. Se convertiría en otra cosa. En un enorme edificio de 30 pisos.
Solo un segundo me tomó darme vuelta, cruzar la calle y pararme frente a lo que de él quedaba. Mis lágrimas empezaron a caer suavemente hasta que no aguanté y estallé. Ni los brazos más fuertes que me entrelazaban lograban calmarme. Ni los curiosos que veían a un chico de 16 años llorando lograban distraerme de mi tristeza.
Ahí estaba, solo yo, rodeado por miles de personas. Las preguntas eran tan solo truenos en medio de la tormenta. Decidí levantarme, secar mi mente, aclarar mi mirada y solo como me sentía comencé a caminar hasta volver a la esquina. Gire mí cabeza y lo vi por última vez. Totalmente desecho y destrozado, mostrándome su mejor cara.
Santiago Abregú
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