Las flores que encierran el paraíso de cada verso escrito. Rememoramos anecdotas paseando por los parques y buscando hojas que nos traigan a memoria alguna imagen. La calle que ilumina de noche las 7 de la tarde y pellizca en mi cuerpo un toque de sensibilidad. El silencio de estar en la ciudad y alejado tanto de todo el ruido. Tirarte a mirar de a poco como sale a la luz lo que el reflejo de la obscuridad nos ha de mostrar. Nada más preciado en el sin fin de mirar que saber admirar lo que queremos observar. Y para que más estar tirados en la plaza mirando el cielo sin hablar, para que más no decir nada durante 2 horas, si con nuestro amor y el silencio nos alcanza y mucho más feliz nos hará jurar frente a un destello de luz que lo que nosotros querramos siempre, y de a poco, se hará realidad.
Santiago Abregú
jueves, octubre 15, 2009
lunes, octubre 05, 2009
La piel al fuego
Quien dijo que no dibujamos sueños en papel? Si regalamos versos en el viento que da vueltas por nuestra parte más incoherente. Sabemos de grandes amantes que no consigieron nada, sabemos de grandes perdedores que se casaron con sus grandes amores, y sabemos de los sueños diferente que cada uno dibujaba en su mente.
Nada queda de la resaca blasfema que dice cursilerías al pasar, sólo la piel al fuego a la hora de amar.
Mi cuarto, una cama atada y los besos que van y vienen sin parar. El reloj que pasa corriendo, el suelo que pasa a ser el cielo. El perfume del cuerpo que cae uno sobre el otro, nuestro mayor regalo y nuestros calidos abrazos. Todo parado en ese cuarto de hora que marcan 3 horas seguidas, y que el rock de la nada caiga sobre todo nuestro ser y el país que marcamos con las manos termine ahí. DOnde los besos son verdaderos y dejamos afuera los malestares de la vida real, porque vivimos segundo a segundo sueños cuando a cada rato nos hemos de amar.
Santiago abregú.
Nada queda de la resaca blasfema que dice cursilerías al pasar, sólo la piel al fuego a la hora de amar.
Mi cuarto, una cama atada y los besos que van y vienen sin parar. El reloj que pasa corriendo, el suelo que pasa a ser el cielo. El perfume del cuerpo que cae uno sobre el otro, nuestro mayor regalo y nuestros calidos abrazos. Todo parado en ese cuarto de hora que marcan 3 horas seguidas, y que el rock de la nada caiga sobre todo nuestro ser y el país que marcamos con las manos termine ahí. DOnde los besos son verdaderos y dejamos afuera los malestares de la vida real, porque vivimos segundo a segundo sueños cuando a cada rato nos hemos de amar.
Santiago abregú.
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