Y despertar aturdido del último petardo que sonó anoche antes de dormir. El camino sencillo del wisky al fin, el humo del cigarro y un sueño para volar. Y que tu cadena sea abierta pero te la han de cortar. Y cuidado cuando vueles lejos de la verdad, puede que te equivoques y empieces a extrañar ese dolor de estar atado a lo demás.
Y para que comprar tu libertad si con los brazos apretados intentas volver a la ciudad. Dame un poco de campo, verde de amanecer y atardecer. Dale un poco de sorbos al ron y al licor de ayer, dale todo lo que tengas en tus labios y aprietalos al saber. Dame un poco de tu soberbia y de tu grandeza. Maldita perra, dejame de mirar. Son tus ojos los que no puedo apartar. Tu vil sonrisa cuando me viste llegar, tu fuerte beso que no te animaste a dar. Y tu compañero sentado pensando en suicidar, pero que lejos que quedaste cuando te conte que todo había cambiado y que no me mirarías más. Que desierto de voces quedó en el centro de tu alma. Cuando me viste entrar y pensaste que toda la noche te iba a hablar.
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