No queda más que viento diría alguna vez el flaco. Pero cuanto debemos creerle en este momento a esa frase. Vemos los ojos reflejados en cada estrella del universo distante. Todo cambia en el tiempo de heridas y quebraduras. Es tiempo de sumergirnos en este mundo de idealidades. Ahora es el momento que estábamos esperando. Corramos, miremos, juzguemos, aparentemos ser que somos todos uno. Dale, total que pierde uno en vaciar sus sentimientos y llenarlo de frío. Que perdemos vendiendo nuestra alma a las mentiras hipócritas de zorros que prefieren lamer culos antes que prestar su piel en medio del invierno.
Somos un grupo de merodeadores ladrones de vidas, parecemos crudos e insecticidas. Pero, que más da seguir parloteando sobre el mar. Sumerjan sus falsedades en este mundo de silencio. Griten fuerte en medio de la nada, total nadie te va escuchar. Quédense ahí, bien lejos. Tengo protección asegurada, tengo los besos y los abrazos que la almohada me regala. El día que todo explote no voy a estar ahí para amar, estaré ahí para mirar. Y miraré como caen a pedazos los fragmentos de amistad que en su vida existieron, y se ahogaran de a poco en el mar de la soledad, o serán rescatados por personas que en su vida conocieron y que solo buscan hacerse de su dinero. Pero bueno, piénselo, cuando vean que el reloj marque 0, yo ya no estaré, solos estarán.
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